jueves, 23 de agosto de 2018

A la luna;

Otra noche más, aquí estoy, sentada en la hierba con las rodillas pegadas al pecho, mirando a la luna. Observo cómo brilla, resplandece a través de las nubes. Esta noche la luna no está llena, me gusta más así, de algún modo me recuerda más a mí. Parte está iluminada y parte se deja vencer por la oscuridad. Y me pregunto qué pasará en dónde no hay nada más que sombras. Así que ahora me dirijo a tí luna: Me pregunto si te sientes incompleta, como yo cuando te miro; me pregunto si echas de menos la parte de tí que esta noche queda oculta; me pregunto si las estrellas son tus amigas, o tan sólo están ahí, hoy no hay muchas. Me pregunto si te gustaría estar junto al sol, me pregunto si esos eclipses que observo de cuando en cuando son en realidad besos, la razón por la que os perseguís cada día y cada noche, con la esperanza de en algún momento encontraros. Me pregunto si no estás cansada, me pregunto por qué no te das por vencida, cada noche brillas un poco más y más y cuando por fín estás completa de nuevo, de repente empiezas a encogerte otra vez, ¿no te enfurece no poder mantenerte constante? Aunque quizás, a estas alturas, ya hayas aceptado que el cambio es la única constante. Me pregunto si no te decepciona no ser capaz de brillar tanto como el sol, si te sientes celosa, si lloras a escondidas por no ser lo suficientemente buena  para él. Me pregunto por qué pierdo el  sueño escribiendo estos desvaríos, por qué me gusta más la noche que el día, observar la luna que cegarme con el sol, estar a solas con mis pensamientos que en una multitud con ganas de celebrar, me pregunto si tú te has fijado en mí o si eres igual que el resto del mundo y aunque yo te vea, te observe, te admire, te escriba, te cante, te hable, te llore, te ría... sigo siendo invisible a tus ojos.

lunes, 20 de agosto de 2018

A veces me da por envidiar, de cuando en cuando envidio el cuerpo de esa chica, lo bien que le queda esa camiseta que a mí sólo me sacaba lorzas. Otras veces envidio la facilidad de algunas personas para hacer amigos, para acercarse a un grupo de desconocidos y empezar una conversación. Hay veces en las que envidio la valentía de los enamorados; porque sí, hace falta valor para dejarse llevar y confiar plenamente en otra persona, pero sobre todo lo anterior, envidio al sol. Y sí, soy consciente de lo rídiculo que esto suena, pero me es inevitable envidiar lo importante que es; mientras algunos somos invisibles, el sol es el que nos permite ver, es centro del sistema solar, con tantos planetas girando a su alrededor... Marcamos el inicio de nuestros días con el amanecer y cuando el sol se aburre y se va, todos volvemos a casa, porque ya es tarde y está oscuro, ya no es seguro estar fuera. Sí, envidio al sol, lo envidio porque por mucho que lo intente yo no soy capaz de iluminar ni mis ideas, porque el sol, cuando consigue deshacerse de las nubes que sin exito intentan taparlo, brilla inmune, con el arcoiris a su lado como prueba de su victoria. Envidio al sol, porque lo creas o no, yo me quemo por dentro a cada instante y sin embargo me sigo mostrando fria, mientras que él, con su calor, nos da la vida.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Cambiar


Parpadea. Cierra los ojos y vuelve a abrirlos, ¿ha cambiado algo? La respuesta es no, todo sigue exactamente igual que hace unos instantes. Ahora hazlo de verdad, cierra los ojos con fuerza, no permitas que esa lágrima resbale por tu mejilla, no permitas que borre esa fingida sonrisa, no permitas que nadie vea cuánto te afecta. Ahora sí que ha cambiado algo, ha cambiado la forma en la que el mundo te ve y así la forma en la que tú ves el mundo. Ya nada te parece inocente, ya no confías, ya no te decepcionas. Ahora te has cerrado al mundo, te ríes de lo que te hacía daño y te crees indestructible, que ya nada puede herirte. ¡Sorpresa! Te equivocabas, en tu intento de protegerte te has quedado a solas con tu peor enemigo, tú. Ahora que has bloqueado el exterior nadie contrarresta los gritos del espejo: "fea", ahora ya nadie susurra en tu oído: "todo va a ir bien", ahora estás a solas con tus pensamientos y conoces la salida. Pese a conocerla desde hace ya un tiempo tienes miedo, sientes tu ritmo cardiaco aumentar pero ya ni siquiera eso te hace sentir viva, así que... ¿cuál sería la diferencia?
Hay personas que despiertan con una sonrisa en la cara, hay personas perezosas. Hay personas que mandan los buenos días a su larga lista de contactos y reciben una respuesta plagada de corazones. Hay personas que entran el la cocina y se alegran de ver a su familia, a su compañero de piso o a su tía que ha venido a pasar el fin de semana, hay personas que no necesitan mucho para ser felices. Hay personas a las que les gusta lo que hacen, hay personas que tienen ganas de entrar al trabajo para encontrarse con los compañeros a los que tanto admiran. Sin embargo hay otro tipo de personas del que las películas tienden a olvidarse, hay personas que cuando despiertan encuentran la almohada empapada en lágrimas. Hay personas que no tienen a quién mandar un mensaje o desear los buenos días. Hay personas que no quieren salir de casa, hay personas que se encierran en el cuarto de baño, se limpian los ojos y comienzan a aplicar el corrector, la base, los polvos, el contouring, el highlight,  la sombra de ojos, el delineador, la máscara de pestañas... y finalmente con el pintalabios se dibujan la sonrisa que van a enseñar al mundo durante el resto del día. Hay personas que son los únicos testigos de su sufrimiento, hay personas que pretenden no intimidarse ante los matones, no tener miedo y no verse afectadas por nada. Hay personas que se encierran en el baño en la hora de descanso con la esperanza de que nadie oiga cómo su mundo se destruye, con la esperanza de que nadie vea cuán rotas están. Hay personas que cuando abren la puerta se retocan el maquillaje y sonríen con la ya habitual fingida tranquilidad que los malos momentos le han enseñado, porque más allá de los 7 años quien llora es un cobarde, porque al borde del abismo las lágrimas crean falsas ilusiones, supuestos amigos que cuando pase la tormenta y ya hayan cumplido su cupo de buenas acciones te abandonarán, y volverás al principio de esta espiral de dolor a la que muchos se empeñan en llamar vida.

No puedo

Ya no puedo; no puedo ser esa que he sido siempre, esa que hace lo que le piden, esa que no se cuestiona el por qué de las cosas y lo hac...