Ya no puedo; no puedo
ser esa que he sido siempre, esa que hace lo que le piden, esa que no se
cuestiona el por qué de las cosas y lo hace para no destacar, para que
no le llamen la atención, no puedo seguir complaciendo a todo el mundo,
no puedo seguir haciendo lo que los demás esperan que haga. Ya no puedo
quedarme sentada sólo porque me han dicho que no es seguro salir ahí
fuera, no puedo mantenerme impasible mientras oigo las pullas que,
ocultas tras un fingido tono de preocupación, salen de sus bocas, como
si de balas de un revólver se trataran, simplemente no puedo.
No puedo mantener la
boca cerrada cuando mi cerebro sabe perfectamente qué responder, no
puedo dejar que me hagan creer a mi misma que no puedo hacer algo, que
no soy capaz de hacerlo, que no tengo la fuerza suficiente o que no soy
lo suficientemente inteligente. No puedo aceptar que alguien es mejor o
peor sólo por ser hombre o mujer, no puedo aceptar que se oculten entre
palabras suaves y bonitas los más despreciables pensamientos, no puedo
creer que en este siglo todavía no se acepte que un hombre puede amar a
un hombre y una mujer puede amar a otra mujer.
No puedo decir a mi
reflejo en el espejo que se cambie de ropa, que así solo busca que la
violen; no puedo decirle que se maquille, que sino no le va a gustar a
nadie, no puedo decirle que se quede callada cuando un desconocido le
grite por la calle, no puedo decirle que le irá mejor si sonríe y finge
no saber que lo que están diciendo está mal, no puedo decirle que todo
va a ir bien. Pero no puedo no decirle con la cabeza alta, orgullo en el
pecho y la mano sobre el fuego: TÚ PUEDES.
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