lunes, 20 de agosto de 2018

A veces me da por envidiar, de cuando en cuando envidio el cuerpo de esa chica, lo bien que le queda esa camiseta que a mí sólo me sacaba lorzas. Otras veces envidio la facilidad de algunas personas para hacer amigos, para acercarse a un grupo de desconocidos y empezar una conversación. Hay veces en las que envidio la valentía de los enamorados; porque sí, hace falta valor para dejarse llevar y confiar plenamente en otra persona, pero sobre todo lo anterior, envidio al sol. Y sí, soy consciente de lo rídiculo que esto suena, pero me es inevitable envidiar lo importante que es; mientras algunos somos invisibles, el sol es el que nos permite ver, es centro del sistema solar, con tantos planetas girando a su alrededor... Marcamos el inicio de nuestros días con el amanecer y cuando el sol se aburre y se va, todos volvemos a casa, porque ya es tarde y está oscuro, ya no es seguro estar fuera. Sí, envidio al sol, lo envidio porque por mucho que lo intente yo no soy capaz de iluminar ni mis ideas, porque el sol, cuando consigue deshacerse de las nubes que sin exito intentan taparlo, brilla inmune, con el arcoiris a su lado como prueba de su victoria. Envidio al sol, porque lo creas o no, yo me quemo por dentro a cada instante y sin embargo me sigo mostrando fria, mientras que él, con su calor, nos da la vida.

2 comentarios:

  1. Gracias por leerme... Soy de pocas palabras en algunas situaciones, excepto cuando escribo en mi blog, únicamente puedo decir que lo que tu escribes es simplemente maravilloso!

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No puedo

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