miércoles, 15 de agosto de 2018

Hay personas que despiertan con una sonrisa en la cara, hay personas perezosas. Hay personas que mandan los buenos días a su larga lista de contactos y reciben una respuesta plagada de corazones. Hay personas que entran el la cocina y se alegran de ver a su familia, a su compañero de piso o a su tía que ha venido a pasar el fin de semana, hay personas que no necesitan mucho para ser felices. Hay personas a las que les gusta lo que hacen, hay personas que tienen ganas de entrar al trabajo para encontrarse con los compañeros a los que tanto admiran. Sin embargo hay otro tipo de personas del que las películas tienden a olvidarse, hay personas que cuando despiertan encuentran la almohada empapada en lágrimas. Hay personas que no tienen a quién mandar un mensaje o desear los buenos días. Hay personas que no quieren salir de casa, hay personas que se encierran en el cuarto de baño, se limpian los ojos y comienzan a aplicar el corrector, la base, los polvos, el contouring, el highlight,  la sombra de ojos, el delineador, la máscara de pestañas... y finalmente con el pintalabios se dibujan la sonrisa que van a enseñar al mundo durante el resto del día. Hay personas que son los únicos testigos de su sufrimiento, hay personas que pretenden no intimidarse ante los matones, no tener miedo y no verse afectadas por nada. Hay personas que se encierran en el baño en la hora de descanso con la esperanza de que nadie oiga cómo su mundo se destruye, con la esperanza de que nadie vea cuán rotas están. Hay personas que cuando abren la puerta se retocan el maquillaje y sonríen con la ya habitual fingida tranquilidad que los malos momentos le han enseñado, porque más allá de los 7 años quien llora es un cobarde, porque al borde del abismo las lágrimas crean falsas ilusiones, supuestos amigos que cuando pase la tormenta y ya hayan cumplido su cupo de buenas acciones te abandonarán, y volverás al principio de esta espiral de dolor a la que muchos se empeñan en llamar vida.

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